miércoles, 23 de febrero de 2011

A todos nos pasa

Es difícil definir algo que no puedes tocar, pero sí sentir. Los recuerdos son como un sueño que viene una y otra vez a la memoria, y en muchas ocasiones te preguntas si sucedió de verdad o no y qué parte de aquello existió de verdad. Cada año es diferente, o igual según la lente con que se mire, pero está claro que es muy fácil estar esperando todo el año la Semana Santa de Zamora, o lo que es lo mismo, sentir la Pasión.

A lo lejos muchas veces sientes la necesidad de abrir algún cajón de los recuerdos y tocar las fotos. Más aun hoy, con las nuevas tecnologías, buscar y buscar en la red imágenes, videos, sonidos...

Lo que es cierto es que a la mayoría de los zamoranos en Semana Santa les ocurren cosas muy especiales. Cuantos hemos salido por la noche por primera vez esos días, llegado tarde a casa. Cuantos hemos madrugado para ver en "la mañana" la Reverencia a la Soledad, allá en las Tres Cruces, o el encuentro en la Plaza Mayor, ya el domingo. Cuantas esperas en las aceras, en ocasiones interminables, pero recompensadas poco después por ver, oír, y en definitiva, sentir en primera fila. Una época en la que los amaneceres son más templados y los atardeceres algo más tardíos, en la que la ropa de primavera comienza a aparecer en nuestro armario un año más. Es la época, en definitiva, que marca nuestro año. El año empieza y acaba en Semana Santa para Zamora.

Cuando nos acercamos ahora a ella en el tiempo, esas cosquillas que aparecen espontáneamente en el estómago durante todo el año, cuando escuchamos la Marcha fúnebre de Thalberg o Mater Mea, vuelven a aparecer, y lo digo porque aparecen de improvisto sin esperarlo, estés o no en Zamora. Aparecen y ya no se van es durante estos días previos a la Pasión. Aparece el peculiar sonido del Barandales, los sonidos del Jerusalem y de los timbales de la Buena Muerte por las rúas viejas de la ciudad, a la luz de las antorchas. Aparece el Cristo de la Injurias en el recuerdo, ese Cristo de las tres miradas, el olor del incienso del Espíritu Santo, el arrastrar de las cruces del Yacente, y el canto del Miserere, y oyes el Merlú en tu interior y te entran unas ganas horribles de comer garrapiñadas, ¿verdad?. A todos nos pasa. 

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