jueves, 29 de diciembre de 2011

Para despedir el año


En estos días en los que todo el mundo se pone la careta y enmascara sus ideales, su personalidad, algunos hasta sus creencias… Días en los que todo o casi todo parece perfecto, en los que hacemos que la felicidad navegue por todos y cada uno de los rincones, y sobre todo en los que mostramos nuestros mejores deseos para con los nuestros.
 
En estos días, cuando ya quedó atrás el día de Navidad, y cuando apenas faltan algunas horas para cambiar de año. Cuando recibimos numerosas felicitaciones y expresamos nuestros deseos a nuestra gente; sí, a nuestra gente. Por que eso de poner buena cara o reír la gracia a las personas a las que ni nos responden los “buenos días”, como que no. No nos vamos a engañar. Es teatrero y denota una falsedad inhumana. En la mayor parte de los casos, pasa el día de Reyes, y aquí, como si estas dos últimas semanas hubieran sido mero producto de nuestra imaginación.

Este año, quizás condicionado por unas circunstancias que me hacen ver todo desde otro punto de vista, esté un poquito más escéptico con toda esta parafernalia. Y este año no. Lo siento, pero no. Este año he deseado de corazón, desde lo más profundo, lo mejor para toda mi gente, por supuesto, mi familia y mis amigos. Para todos los que están a mi alrededor a lo largo del año, los que me devuelven una palabra, un gesto o una mirada. Para todos los que la distancia hace que nos veamos en el mejor de los casos, una o dos veces al año, o con algunos otros algo más, pero sé que estáis ahí. A los que me leéis, y a todas aquellas personas anónimas que a diario cruzan por mi camino. Que me respetan y respetan a los demás. Como digo, a todos les deseo que disfruten de estas fiestas navideñas, que aprovechen cada minuto, cada momento de la compañía de los suyos, por que mañana, puede ser tarde. Y también les deseo lo mejor para el nuevo año que recibimos. A ellos sí.

Pero no puedo hacer lo mismo con la gente anónima que no respeta la vida de los demás, los que avasallan, los que se aprovechan, los que maltratan… A los que al volante de un vehículo, temerariamente, o infringiendo normas de circulación ponen constantemente en peligro esa felicidad que buscamos muchas familias. A los lumbreras de turno, sin valores cívicos, que disfrutan faltando o molestando. Y con esa gente no tan anónima, que en el día a día, que por el mero hecho de creerse superiores a ti, no te contestan un “buenos días” o un simple “hola”. A los que se lo creen y a los que no. A los que en definitiva no valoran la vida, su propia vida, cuanto menos la de los demás. Para ellos ni deseos buenos, ni deseos malos, simplemente indiferencia. Por que para hacer teatro ya están los actores.
 
A estos últimos no. Pero a todos los demás, os deseo un nuevo año lleno de dicha y prosperidad, en el que estas fiestas sean solamente el comienzo de una vida mejor.
 
 
 
 

sábado, 24 de diciembre de 2011

Llega la Navidad

Con la sonoridad mañanera de los niños del Colegio de San Ildefonso, un 22 de diciembre se abre la navidad, un año más. Para los más pequeños, estos festivos días tienen el sabor de las vacaciones con la meta marcada de la llegada de los Magos de Oriente.

Los que hemos crecido (muy a nuestro pesar) buscamos el rastro, el recuerdo, la nostalgia, de aquella alegría, cuando creíamos escuchar los pasos de los camellos sobre los tejados de nuestra casa en la noche mágica del 5 de enero. Cuando ya desde la Nochebuena veíamos a los pajes en una ventana, tras una puerta o en el lugar más recóndito, como sombras nuestras que examinaban nuestro comportamiento para ser agasajados en la mañana llena de ilusiones del día de Reyes

La pereza, la desilusión, la tristeza,
 viajan conmigo en esta Navidad allá donde vaya. Quiero que pase deprisa el tiempo, que mañana mismo sea ocho de enero y la vida vuelva a la rutina; que las calles vuelvan a ser las de antes, que se apaguen las luces y las sonrisas regaladas, y sobre todo que no exista este espacio inmenso para echar a nadie de menos.
 
Lo único que salva estas fiestas que no son fiestas, es la ilusión transmitida en las miradas, en los gestos, en las palabras de los pequeños que vienen detrás. Y el mantener la forma de darle la bienvenida al Dios Niño. Por que muy a pesar de algunos, ello sigue siendo el origen de todo este galimatías que nos hemos inventado a la sombra del pequeño portal de Belén.

jueves, 15 de diciembre de 2011

Otra de funcionarios...

Hoy reproduzco un texto escrito por un funcionario del grupo A, que me ha llegado por correo electrónico. Uno más de esos que describen perfectamente la situación en la que nos encontramos nosotros, los funcionarios. No voy a comentar nada, porque los siguientes párrafos, lo dicen todo.
 
Resulta que en la década prodigiosa del pelotazo, cuando media España se lo llevaba caliente a casa, cuando un encofrador sin estudios se embolsaba tres mil euros, cuando hasta el último garrulo montaba una constructora y en connivencia con un par de concejales se forraba sin cuento, cuando un gañán que no sabía levantar tres ladrillos a derechas se paseaba en Audi, los funcionarios aguantaban y penaban. Nadie se acordaba de ellos. Eran los parias, los que hacían números para cuadrar su hipoteca, hacer la compra en el Carrefour y llegar a fin de mes, porque un nutrido grupo de compatriotas se estaba haciendo de oro inflando el globo de la economía hasta llegar a lo que ahora hemos llegado.

Y ahora que el asunto explota y se viene abajo, la culpa del desmadre. es de los funcionarios. Los alcaldes, diputados y senadores que gobiernan la cosa pública a cambio de una buena morterada no son responsable de nada y nos apuntan directamente a nosotros: somos demasiados, hay que ultracongelarnos, somos poco productivos. Los responsables bancarios que prestaron dinero a quienes sabían que no podrían devolverlo tampoco se dan por aludidos. Todos los intermediarios inmobiliarios, especuladores, amigos de alcalde y compañeros de partida de casino de diputado provincial no tenían noticia del asunto. Nosotros sí. Como diría José Mota: ¿Ellos? No. ¿Nosotros? Si. Siendo así que ellos? No. Por tanto, nosotros? Si.

La culpa, según estos preclaros adalides de la estupidez, es del juez, abogado del estado, inspector de hacienda, médico, docente, policía, administrador civil del estado que, en lugar de dedicarse a la especulación inmobiliaria a toca teja, ha estado cinco o seis años recluido en su habitación, pálido como un vampiro, con menos vida social que una rata de laboratorio y tanto sexo como un chotacabras, para preparar unas oposiciones monstruosas y de resultado siempre incierto, precedidas, como no podía ser de otra forma, de otros cinco arduos años de carrera. Del profesor que ha sorteado destinos en pueblos que no aparecen en el mapa para meter en vereda a benjamines que hacen lo que les sale de los genitales porque sus progenitores han abdicado de sus responsabilidades. Del auxiliar administrativo del Estado natural de Écija y destinado en Barcelona que con un sueldo de 1000 euros paga un alquiler mensual de 700 y soporta estoicamente que un taxista que gana 3000 le diga joder, que suerte, funcionario. Del Guardia Civil o Policía que sabe cuando comienza su jornada sin saber a que hora termina, y sin saber a que se va a enfrentar. De muchos de ellos que no conocen horas de dia o de noche, festivos o laborables, que siempre están o siempre acuden cuando se les necesita.

La culpa es nuestra. A poco que nos descuidemos nosotros los funcionarios seremos el chivo expiatorio de toda una caterva de inútiles, vividores, mangantes, políticos semianalfabetos, altos cargos de nombramiento digital, truhanes, pícaros, periodistas ganapanes y economistas de a verlas venir que sabían perfectamente que el asunto tarde o temprano tenía que petar, pero que aprovecharon a fondo el momento al grito de mientras dure dura! y que ahora, con esa autoridad que da tener un rostro a prueba de bomba, se pasan al otro lado del río y no sólo tienen recetas para arreglar lo que ellos mismo ayudaron a estropear, sino que, además, han llegado a la conclusión de que los culpables son... tachan...los funcionarios.

Soy funcionario. Y además bastante recalcitrante: tengo cinco títulos distintos. Ganados compitiendo en buena lid contra miles de candidatos. ¿Y saben qué? No me avergüenzo de nada. No debo nada a nadie (sólo a mi familia, maestros y profesores). No tengo que pedir perdón. No me tocó la lotería. No gané el premio gordo en una tómbola. No me expropiaron una finca. No me nombraron alto cargo, director provincial ni vocal asesor por agitar un carnet político que nunca he tenido.

Aprobé frente a tribunales formados por ceñudos señores a los que no conocía de nada. En buena lid: sin concejal proclive, pariente político, mano protectora ni favor de amigo. Después de muchas noches de desvelos, angustias y desvaríos y con la sola e inestimable compañía de mis santos cojones. Como tantos y tantos compañeros anónimos repartidos por toda España a los que ahora algunos mendaces quieren convertir, por arte de birli-birloque, en culpables de la crisis.

Amigos funcionarios, estamos rodeados de gente muy tonta y muy hija de puta.

PD. Si alguien, en cualquier contexto, os reprocha –como es frecuente- vuestra condición de funcionario os propongo el refinado argumento que yo utilizo en estos casos, en memoria del gran Fernando Fernán-Gómez: váyase Usted a la mierda, hombre, a la puta mierda.