viernes, 1 de abril de 2016

Carta abierta a un amigo

Querido amigo:

No sé cómo empezar a escribir. Porque no sé expresar ciertos sentimientos y vivencias en palabras, o porque simplemente, no se puede.

No encuentro, por mucho que busque y le dé vueltas a esta cabeza, hoy vacía de ideas, palabras que definan lo que desde hace unos años hasta hoy, ha supuesto para mi aquello que viví en los últimos meses de los años 2012, 2013 y 2015, de aquellos días previos a las fiestas de Navidad. No veo la manera de describir tanto en tan poco. 

¡Es tan difícil! Y todo porque no quiero volver a repetir lo mismo, porque se sabe, se conoce y está ahí presente: magia, azul, energía, pasión, sentimientos, emociones, honestidad, generosidad, esfuerzo, respeto, actitud…. Actitud: esa manera o disposición de ánimo de estar alguien dispuesto a manifestar de algún modo. 

Y es arduo expresarlo porque simplemente: hay que vivirlo. A tí, amigo, que un día diste el primer paso, y emprendiste el camino siguiendo los pasos del gran Michael. Que poco a poco fuiste transmitiendo esos ideales, esos valores, con cada gesto, con cada palabra, con cada mirada…. Y que has logrado contagiar de todo ello a un grupo de centenares de personas, que no ha parado de crecer. A tí, amigo, que hace unas horas nos has vuelto a cargar de emociones y energía, con tu trabajo, con tu dedicación; que has conseguido hacernos llegar sentimientos a través de una simple pantalla de cine, cuando parecía que los protagonistas de la proyección, muchos allí presentes, tenían alma y vida dentro de la propia película. Porque, aunque parezca mentira, ayer volví a sentir lo mismo que cada noche de aquellas del mes de diciembre, cuando aparecían los nervios previos a la apertura del telón (es lo que nos pasa a los que no somos profesionales), o la tensión antes de hacer acto de presencia por unos minutos en el centro del escenario. Y las risas, y la energía, y la emoción de las palabras, y la tristeza de la despedida, cuando la cámara alzaba el vuelo en la última secuencia. Sí, ayer, desde el otro lado de la pantalla, lo volví a sentir. Y todavía trato de asimilar lo revivido durante esas poco más de tres horas de anoche, con todos y junto a tí. 

Es ahora cuando uno empieza a ser consciente de todo: del porque se ha llenado la sala cada día, durante siete sesiones seguidas, un año sí y otro también, de la gente que está dentro, y de la que está fuera; del trabajo, no el de cada semana, ni cada ensayo, sino de el de meses; del esfuerzo y sacrificio de muchas personas, para que cada sueño se haya podido hacer un poco más realidad; de tu dedicación, de tus dolores de cabeza (estoy seguro) y horas perdidas de sueño y de estar con tu familia y tu gente querida, y de las horas que te has quitado tú mismo. Pero también soy consciente, sobretodo, de lo mucho que me llevo, a cambio de nada. 

Dijiste que de momento hay una parada, indefinida en el tiempo. E invitaste a quién quisiera y tuviera alguna idea, a seguir adelante con ella. Y sinceramente, y sin desmerecer a nadie: sabes, y sabemos, que es muy difícil conseguir lo que se ha logrado, porque solamente se puede llegar tan lejos con alguien como tú capitaneando la nave.

Esto no es una despedida, no lo creas. Ya perdimos el contacto durante un tiempo, y no pienso volver a hacerlo. Porque espero seguir viéndote muchos años, y ¡quién sabe!, quizás volver a compartir otros momentos como los de estos últimos años. Pero reconozco que te lo mereces, que te mereces recuperar tu tiempo y devolverle el tiempo a tu gente, que la vida pasa en dos días. Te deseo todo lo mejor, y deseo que descanses, que desconectes, que recargues pilas y vuelvas a la palestra con nuevas ideas, fuerzas y energías, para volver a contagiarnos a todos, porque somos muchos, y cada vez más, los que te apreciamos. Gracias, gracias, y mil gracias por todo.

Un fuerte abrazo amigo.