martes, 21 de agosto de 2012

Un poquito de respeto, por favor

Cuando aun me faltan poco más de un par de años para pasar a la versión 4.0 de mi vida, más de la mitad de ella la llevo dedicada a lo que siempre quise hacer desde pequeño. Y eso verdaderamente es un lujo, del que según las estadísticas, podemos presumir un pequeño porcentaje de la población. Si en su día me alisté en este barco fue porque quería hacer realidad el deseo que siempre tuve desde niño, el deseo de servir a la sociedad, por ende a la Patria, a mi país (aunque en los tiempos en los que estamos esto pueda sonar algo cursi). Cogí esté primer barco, pero de haberlo perdido, les aseguro que hubiera hecho todo lo posible por intentar coger un segundo, un tercero, etc.. Y lo hice cuando aún no había cumplido la mayoría de edad. Desde entonces, tengo la firme convicción, he cumplido con lo que desde la sociedad se me ha exigido, en primera línea o en algún tiempo desde la retaguardia, y en muchas ocasiones hasta límites más allá de las obligaciones impuestas, a costa de detraer tiempo a lo que más quiero, mi familia. Y sí, soy funcionario.
 
De sobra por todos conocido son los recortes que está sufriendo el colectivo (cito reducción de sueldo, cancelación de aportes al plan de pensiones de la AGE, supresión del abono de la paga extra de Navidad, reducción de días de vacaciones y días de libre disposición, ampliación de jornada laboral no remunerada, etc,…) Y no voy a cuestionar ni a criticar esto, ni aquí, ni ahora, porque quien tiene que saber mi opinión personal al respecto ya la sabe. Pero me indigna, me revienta y  me repatea, que ciertos círculos de la sociedad, ciertas personas de las uno tiene por amigos, alguna persona del entorno familiar, se jacten y compartan, y a la vez hagan suyas, las palabras aquellas de cierta diputada –“que se jodan”-, y encima, que lo hagan a la cara y con desprecio.
 
Pues con todo el respeto y consideración, y consciente de que el momento económico actual es muy negativo para todos, a estas personas las insto a que al igual que ellos exigen solidaridad por parte de las administraciones hacia ellos, sean respetuosas con las personas de las que solamente se han acordado de ellos, en mejores tiempos, cuando han tenido algún problema, a las que han acudido y siempre, las veinticuatro horas del día durante los trescientos sesenta y cinco días del año, han sido atendidos por ellos, los funcionarios. Porque funcionarios no son los políticos; no solamente son los que ocupan puestos en diferentes administraciones con un horario más o menos cómodo, y que también son necesarios para que el motor de una entidad pública no se pare. Funcionarios también son todas las personas que se movilizan cuando llamamos al 112, al que todos, para nosotros o para terceros, hemos llamado en alguna ocasión, insisto, sea la hora que sea. Funcionarios son los sanitarios de los centros hospitalarios a los que acudimos, en casos de extrema gravedad, o por un simple catarro. Funcionarios son el personal de los servicios de extinción de incendios, a los que reclamamos su presencia cuando somos presa de las llamas, cuando una tormenta torrencial causa daños en nuestras propiedades, cuando detectamos un simple olor a gas, o cuando el gato se nos sube a un árbol o se mete en una alcantarilla. Funcionarios son los integrantes de las Fuerzas y Cuerpos de seguridad, que son los primeros que llegan y nos alientan cuando sufrimos un accidente o somos víctimas de algún hecho violento, o con los que, a modo de confesores personales, nos desahogamos acudiendo a ellos,  buscando una solución para el caso más insólito. Sí: todos ellos también son funcionarios.

Todos ellos están ahí detrás del teléfono, a la vuelta de la esquina, sea la hora que sea, haga el tiempo que haga, sea el día que sea…. Llamen a un fontanero, a un cerrajero o a un electricista un 31 de diciembre porque sufren una avería en su casa. Con suerte, si aparece alguno, pero con mucha suerte, no quiero pensar lo que les puede llegar a costar, ya económicamente hablando; solo uno. Llamen a estos “servidores públicos”, a ver cuántos aparecen, cuanto tardan  y a ver cuánto les supone el servicio. 
 
¡Ah! Funcionarios también son el personal docente de los centros de enseñanza públicos, a los que encomendamos parte de la labor educativa de nuestros hijos, y a los que volvéis a aceptar ahora, de nuevo, porque no os podéis permitir el “lujo” de llevar a vuestros hijos a centros privados (yo nunca pude hacerlo). Sí, estos también lo son.
 
Ya, particularmente y en lo que a mí respecta, he dedicado a ello más del tiempo estipulado en las disposiciones vigentes en cada momento. He dedicado, aunque suene utópico, las veinticuatro horas del día. He tenido que dejar plantados en numerosas ocasiones a familiares y amigos, que en ocasiones no entendían el por qué. En este tiempo, he recogido cuerpos destrozados, he alentado a víctimas mal heridas, sin importar manchar con su sangre mi ropa. He presenciado muertes, alguna de ellas bastante desagradable, tal como llegaron testificar los propios forenses. He tenido que hacer de mensajero y dar noticias dolorosas que nadie quiere escuchar y recibir los primeros lamentos y primeras expresiones de dolor, por estar ahí, intentando ejercer de psicólogo, sin serlo, para que encontrara en mí ese puto de apoyo o desahogo. He detenido a todo tipo de delincuentes, violentos, enfermos, infecto-contagiosos,..  He vivido casos de violencia y maltrato entre seres queridos. He intervenido armas, drogas, quizás no las suficientes, porque también he visto los ojos húmedos impregnados de impotencia de un padre, cuando la droga se ha llevado a su hijo. He visto como cambió la cara de un niño y de alguna persona mayor, que estando perdidos vieron en mí el camino hacia sus seres queridos. He liberado a menores privados de su libertad. He rescatado personas, que obviando todo tipo de recomendaciones, salieron a la carretera y se vieron atrapadas por fuertes nevadas. He trabajado noches, fines de semana y festivos, vacaciones, navidad y noche vieja, pasando calor, o frio, con lluvia o con nieve. He perdido horas de sueño, he quedado sin comer,.. He dejado un abrigo o pagado un café cuando en algún momento alguien lo necesitó. He reído y he llorado. He perdido compañeros, víctimas de accidentes mientras se dedicaban a lo mismo que yo, víctimas de la temeridad, negligencia o imprudencia de algún desalmado, víctimas de la barbarie terrorista.
 
Todo esto y mucho más no va en el sueldo. Les aseguro que no está pagado, o bueno sí. La única recompensa es la satisfacción del deber cumplido, y muy de vez en cuando, escuchar de alguien la palabra GRACIAS, saliendo desde lo más profundo del corazón y con sus ojos humedecidos en lágrimas. Eso lo compensa todo.
 
Muchos por vocación, u otros porque en su día decidieron elegir este camino, a costa de mucha dedicación, superar unas difíciles oposiciones, y sacrificar su vida y la de su familia. Una puerta que nunca ha estado cerrada a nadie, a la que muchos no llamaban porque ya reconocían lo sacrificado y lo mal reconocidos que estaban estos trabajos, por que al igual que otros, son trabajos; una puerta a la que muchos han intentado acudir, siendo conscientes del cariz que estaba tomando la situación económica, o cuando han visto que faltaba esa miel que les estaba endulzando la vida.
 
No me niego, porque no puedo hacerlo, a asumir sacrificios y arrimar el hombro que “por imperativo legal” se nos exige desde las más altas instituciones gubernamentales. Pero no permito estas actitudes de despropósito y deslealtad de la gente que me conoce y ante todo a la que tenía por amigos. Evidentemente, no es un caso generalizado y son los que menos. 
 
Sé que tú, la persona que me has dado pie a escribir este artículo, no vas a leerlo por este medio, pero me voy a asegurar de que te llegue, y ya en la calma de tu hogar, lo leas tranquilamente y recapacites un poquito. Y tiene que ser así, porque hace unos días, cuando salió este tema en una de nuestras conversaciones, era tal tu ira, que no cabía posibilidad ninguna de debate o réplica. 
 
A esta, y a todas las personas que piensan de la misma manera, les pido, ante todo respeto, y después que tengan mis palabras presentes cuando acudan a solicitar los servicios, sean del tipo que sean, de cualquier funcionario. 
 
Estas son mis palabras.

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