sábado, 24 de diciembre de 2011

Llega la Navidad

Con la sonoridad mañanera de los niños del Colegio de San Ildefonso, un 22 de diciembre se abre la navidad, un año más. Para los más pequeños, estos festivos días tienen el sabor de las vacaciones con la meta marcada de la llegada de los Magos de Oriente.

Los que hemos crecido (muy a nuestro pesar) buscamos el rastro, el recuerdo, la nostalgia, de aquella alegría, cuando creíamos escuchar los pasos de los camellos sobre los tejados de nuestra casa en la noche mágica del 5 de enero. Cuando ya desde la Nochebuena veíamos a los pajes en una ventana, tras una puerta o en el lugar más recóndito, como sombras nuestras que examinaban nuestro comportamiento para ser agasajados en la mañana llena de ilusiones del día de Reyes

La pereza, la desilusión, la tristeza,
 viajan conmigo en esta Navidad allá donde vaya. Quiero que pase deprisa el tiempo, que mañana mismo sea ocho de enero y la vida vuelva a la rutina; que las calles vuelvan a ser las de antes, que se apaguen las luces y las sonrisas regaladas, y sobre todo que no exista este espacio inmenso para echar a nadie de menos.
 
Lo único que salva estas fiestas que no son fiestas, es la ilusión transmitida en las miradas, en los gestos, en las palabras de los pequeños que vienen detrás. Y el mantener la forma de darle la bienvenida al Dios Niño. Por que muy a pesar de algunos, ello sigue siendo el origen de todo este galimatías que nos hemos inventado a la sombra del pequeño portal de Belén.

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