miércoles, 19 de agosto de 2015

Lo tuyo, contigo lo llevas.

Hace mucho tiempo que no escribía por aquí, y desde hace algunos meses estaba buscando el momento de retomarlo. Quizás ese momento haya llegado hoy, buscando de esta manera la mejor forma de liberar mi ira.

Siempre he creído que el tiempo nos pone a cada uno en nuestro sitio. Nos coloca en el lugar que la vida nos tiene reservado y al que estamos predestinados, solo por el hecho de que así lo hemos forjado nosotros mismos. Y creo que eso de vivir historias irreales pertenece solamente al mundo de la fantasía, de los cuentos,…

Ese sitio que, como digo, nos hemos forjado, lo hemos ido modelando con nuestro día a día, con nuestros valores personales. Y a veces tarda, casi siempre, pero todos llegamos a él. Y en él no cabe máscara ninguna porque, para fortuna de algunos y desgracia de otros, nos lo hemos construido nosotros mismos.

Nadie somos perfecto y quien cree lo contrario, desde luego, buen camino no lleva. Cada uno tenemos nuestros valores personales, bien porque así nos lo transmitieron nuestros padres, o por que los hemos ido adquiriendo en base a experiencias vividas o conocimientos adquiridos. Valores como pueden ser la fe, la honestidad, la bondad, la humildad, la lealtad, y un sinfín seguramente innumerable. De este modo, cuando uno toma decisiones que son consonantes con sus propios valores, uno se siente bien, y cuando esa decisión es incongruente, ocurre todo lo contrario.

Así, el propio ser humano, por naturaleza, crea su propio círculo de amistades en el que cuida de rodearse de personas que suelen compartir mismos valores. Pero la vida, es la vida; y entre esas zancadillas que nos suele poner de vez en cuando, también nos pone a personas con las que no compartimos absolutamente nada. En mi caso, así ha sido, y afortunadamente se pueden contar con los dedos de la mano. Quizás en lo profesional tocó apechugar con ello en más de una ocasión, y saber llevarlo lo mejor posible, porque no quedó otra. Pero en lo personal, cuando te rodeas de una persona que une egoísmo, maldad, falta de honestidad y mucha hipocresía, lo mejor es apartarla, e impedir que intoxique tu bienestar. Y mira que en numerosas ocasiones he hecho de tripas corazón. Pero se acabó.

¡Enhorabuena! Lo has conseguido. No quiero en mi mundo a una persona que me hace daño, a mí o a los míos, que sabe que lo hace, que se jacta y que disfruta de ello. Y te doy las gracias porque me he liberado, y no lo siento para nada. Quizás por alguna de las personas que nos unen, que no ven, no quieren ver, o que tienen más paciencia que yo. Y no te voy a desear ningún mal, no. Porque como dije al principio, afortunadamente la vida nos pone a cada uno en nuestro sitio; así me lo ha demostrado hasta ahora. Y cuando te llegue, para ti va a ser una desgracia. Y no pierdas más el tiempo conmigo, porque mi vida sigue, por fortuna, rodeado de muy buena gente. Lo tuyo, contigo lo llevas.