domingo, 21 de agosto de 2011

Los jóvenes de la JMJ 2011.

Último día en el calendario de los marcados para la celebración de la “JMJ 2011”.

Han pasado ya más de treinta horas desde que fuera testigo de un momento histórico sin precedentes, que muy difícilmente se volverá a dar en muchos años. Testigo y partícipe junto a mi familia, a pie de acera, ovacionando, alentando y animando a cientos de personas que estaban dando el todo por el nada, echando sobre sus cuerpos el sacrificio, el cansancio de horas acumuladas, altas temperaturas incluso en horas nocturnas, y kilos y kilos de peso sobre sus hombros o costales.

Dentro de los actos programados para las Jornadas Mundiales de la Juventud, con la presencia del Santo Padre, el Vía Crucis de la tarde del 19 de agosto y posterior procesión por las calles céntricas de Madrid de pasos con las imágenes representativas de la Semana Santa de diferentes puntos de nuestra geografía. Desde la “Virgen de Regla” de Sevilla, o el “Cristo de la Buena Muerte”, de Mena, (el de los Legionarios) de Málaga, pasando por el “Gran Poder” y “Jesús de Medinacelli” del mismo Madrid, la “Santa Cena” de Murcia, y otros de Úbeda, Orihuela, Valladolid, Segovia, Cuenca, León, Granada, y Jerez de la Frontera. Así hasta llegar a mi Zamora. “La Crucifixión”, de la Cofradía de la Congregación, la de la mañana, la del Merlú y la de Thalberg.

No puedo ser objetivo. No puedo por que tira lo de la tierra. Pero sí puedo ser justo. Grandes todos y cada uno de los pasos, con sus comitivas, sus músicas y sus tradiciones. Las saetas a la “Virgen de Regla” o al “Gran Poder”; sonidos de campanillas, esquilas, campanas de los tronos malacitanos, corneta y tambor destemplado de la llamada del zamorano Merlú; olor a incienso y a cera; y el canto del “Novio de la Muerte”… Salido de las gargantas y sobre todo el corazón del más de centenar de Caballeros y alguna Dama Legionarios, tras su “Cristo de la Buena Muerte”.

Pero ante todo esto que, por mucho que uno quiera, no se puede describir ni en palabras ni con imágenes, ante las elevadas temperaturas y las largas horas de espera, sobradamente compensadas, hay que destacar una cosa. El sentimiento de familiaridad y hermandad de las miles y miles de personas que se hacían hueco en las aceras. No había competencias. Sin ser más que unos o menos que otros, andaluces, madrileños, castellanos, murcianos y alicantinos admiraban y disfrutaban el paso de cada una de las tallas, independientemente de la cuidad o región a la que pertenezcan, compartiendo el calor, el agua o las chucherías que hacían más ameno el tiempo de espera. Y de todo esto eran testigos, incluso partícipes, otros tantos de miles de jóvenes llegados desde los lugares más recónditos del mundo. Jóvenes que han invertido sus ahorros y han recorrido centenares de kilómetros desde los cinco continentes.

Toda esta fiesta de Fe, como no, se tenía que ver enturbiada por los “indignados” o los “laicos” o como se quieran denominar. Esos que son unos siesos. Esos que ignoran lo que es la hospitalidad y la urbanidad. Lo quieren todo y lo quieren ya, sin importarles pasarse por el forro las leyes y sobre todo el respeto hacia los demás. Esos que no saben que las utopías generan dolor, que la sopa boba no alimenta, que el hombre es fruto de sus obras, como enseña el Evangelio, y que nada se consigue sin apencar. Tampoco saben que la izquierda es una herejía del cristianismo y que, por ello, deberían de cerrar filas con él en vez de vituperarlo. Esos que piden para ellos lo que no dan para con los demás. Esos que no tienen respeto por nada ni por nadie. Esos que en algún momento puedan tener razón, pero con su actitud han quedado desacreditados.

Lo que más me gusta del cristianismo, ¡vaya por Dios!, es lo que a tanta gente, cristiana o no, disgusta: la Iglesia y su historia. Perdono las zonas oscuras que hay en la una y en la otra. Son un mal menor y el costo inevitable del bien mayor que para la humanidad ha supuesto su existencia. En el balance y en la balanza pesa mucho más la cifra del haber que la del debe. Hay que estar ciego para no verlo. El mundo, sin la Iglesia, sería, así en la ética como en la estética, en la libertad como en la justicia, en la misericordia como en la esperanza, infinitamente peor de lo que ha sido, de lo que es y de lo que será.


Madrid, en estos días, se ha llenado de más de millón y medio de jóvenes peregrinos (algunas fuentes citan la cifra de dos millones), que han estado en los días previos en muchos de nuestros municipios. Jóvenes que no han pedido limosna, no han roto escaparates ni han volcado contenedores, no han emborronado las paredes ni han insultado a los discrepantes, no han jaleado a la Roja ni a los rojos, ni han calumniado a la Policía; no han mutilado la Cibeles ni se han ido de botellón, ni un mal gesto ni una mala mirada con nadie, sino que todo lo contrario,... Esto son las buenas maneras de los jóvenes y no tan jóvenes seguidores del Santo Padre, cristianos todos ellos, que han dado un ejemplo de hermandad, solidaridad y del más absoluto civismo.

Esos “antisistema” “laicos” o “indignados” que han tratado de perturbar esta paz han visto como sus esquemas de que la juventud debe ser laica se han desmontado, viendo de pronto a miles, cientos de miles de jóvenes que tienen valores morales que no son materialistas, que están dispuestos a dar antes que exigir nada a la sociedad, y encima están alegres, son pacíficos, aman a la vida y no se amargan con ella.

Ellos, la izquierda, que tiene siempre la arrogancia de que están en posesión de la verdad, son incapaces de admitir que hay otros valores distintos de los suyos, que haya gente generosa dispuesta a dar antes que pedir, y encima no van a conseguir ni confrontaciones ni luchas con ellos.

Debe ser muy triste constatar que lo que defiendes es un fracaso, las ideas políticas, el socialismo/comunismo ha fracasado en todos los países creando miseria paro y pobreza, y que tus valores morales no te llevan a la alegría de la vida sino a la tristeza y a la desesperanza, y que los que tu consideras "carcas" o "fachas" son más alegres, disfrutan mucho más de la vida, son triunfadores con nada, mientras que tú eres un fracasado.

Los cristianos en los últimos 2000 años hemos sufrido todo tipo de persecuciones, nos han crucificado, nos han puesto a la parrilla y hasta nos han echado a los leones,… 5000 “perroflautas” lo único que están consiguiendo es hacer el ridículo.

De ello debería tomar nota la sociedad en la vivimos.

Ser testigo de esto hace a uno afianzarse más aun en la Fe y sentirse orgulloso de ser cristiano.